Revolución #180, 25 de octubre de 2009


Sobre la trágica muerte de Derrion Albert:

¡La juventud necesita un futuro real y la verdad real y no el infierno que viven y las lágrimas de cocodrilo, mentiras y venenosos disparates que les inyectan constantemente!

A estas alturas, mucha gente ya ha visto el video de la muerte a golpes de Derrion Albert en Chicago el 24 de septiembre. La violenta imagen de un gran altercado entre estudiantes de la secundaria dura solo unos pocos minutos. Se ve a personas corriendo por todas partes. Se ve a dos chicos caer al suelo después de ser golpeados en la cabeza con grandes tablas de madera. Derrion Albert, un alumno destacado de último año, es uno de ellos. Le dan patadas muy duras mientras yace en el suelo. Se le ve tratando de levantarse. De repente, se queda sin vida. Se oye a alguien que chilla: “Levántate, levántate”. Algunas personas acuden apresuradas a ayudarlo. Pero ya es muy tarde.

Otra terrible y trágica muerte. Otra vida joven segada, acortada.

Más de mil personas asistieron al entierro de Derrion. Amigos, parientes, muchos otros angustiados e indignados.

Tras esta muerte sin sentido, mucha gente está atormentada. ¿Por qué tenía que morirse Derrion Albert? ¿Cómo llegaron las cosas a una situación tan infernal? Los muchachos se matan entre sí sobre nada. Los patios de recreo convertidos en campos de batalla. Los sueños de adolescentes hechos pesadillas de tiroteos.

Para muchos cunde la desesperación y desesperanza de saber que son los vecinos y compañeros de estudios que se hacen esto unos contra otros. Parece una espiral sin fin y sin salida. Pero que quede claro a dónde tenemos que echar la culpa de este tipo de tragedia.

Como dijo una declaración después de la muerte de Derrion Albert:

“Es terrible que los jóvenes se vean impelidos a matarse entre sí. Es terrible y es un crimen de este sistema que los jóvenes se interiorizan el mensaje que reciben a diario en escuelas que carecen de valor, condiciones degradantes y policías brutales, el mensaje de que este sistema no les tiene ningún futuro y de que ni siquiera se merecen un futuro, y después representan todo eso los unos en contra de los otros”.

Así que esto es lo primero que debemos tener claro. Que no es el pueblo sino el sistema el que tiene la culpa del tipo de violencia que se da entre los jóvenes. Y al haber identificado correctamente el verdadero problema, podemos llegar a la verdadera solución de toda esta locura.

Necesitamos un cambio total. Tenemos que librarnos de este sistema capitalista imperialista con sus despiadadas relaciones sociales y económicas que sin cesar oponen unos contra otros de un sinfín de formas. Tenemos que librarnos de este sistema y todas sus instituciones que promueven una venenosa mentalidad de perro-come-perro que refleja a la perfección el funcionamiento de este sistema. ¡En verdad, la situación no tiene que ser así! Una revolución comunista eliminaría este sistema enfermo. Organizaría y movilizaría a la gente para construir una sociedad socialista completamente nueva, una sociedad que valoraría en serio la energía de la juventud y le sacaría provecho para todos. Una sociedad la que desencadenaría la creatividad, osadía y espíritu crítico de la juventud, junto con los demás, para construir una sociedad completamente nueva y emancipadora.

Esta es la verdad de lo que se necesitará para eliminar la terrible violencia entre las personas. Ahora mismo tenemos que estar trabajando para forjar un movimiento que pueda realizar esta solución revolucionaria.

Pero todos los días, especialmente tras algo como la muerte de Derrion Albert, las supuestas “respuestas” y “soluciones” que salen de la boca de los voceros del sistema son precisamente lo contrario de lo que se necesita.

Usando la tragedia para traer más represión

La estructura de poder ha aprovechado esta tragedia, la ha usado para culpar al pueblo y justificar aún más represión. He aquí a Eric Holder, cabeza del Departamento de Justicia federal; Arne Duncan, cabeza del Departamento de Educación federal; y el alcalde chicagoense Richard Daley. Los medios de comunicación. Personas como Jesse Jackson. Todos aquellos opinan tras este terrible incidente. ¿Y su mensaje?

De una u otra manera todos le echan la culpa al pueblo y exigen que se ejerza más poder represivo contra la juventud.

El alcalde Daley ha pedido más policías en las escuelas. Y si quieres saber lo que esto significaría, mira el video del policía en una escuela en las afueras de Chicago que golpea a Marshawn Pitts, de 15 años. Chequea el video en youtube.com/watch?v=wPoLieZzGIo para ver la agresión brutal contra Pitts, un estudiante con necesidades especiales, y cómo unos hombres lo avientan contra un locker y luego lo echan al suelo. ¿Y el “crimen” que cometió Marshawn Pitts que le mereció este trato? ¡Infringió el código de vestir al no tener la camisa remetida!

La policía de Chicago ya reprime duro al pueblo en los barrios negros y latinos. Ahora, tras la muerte de Derrion Albert, hacen aún más para hacer cumplir el toque de queda. Con 50 nuevos agentes han aumentado la Fuerza Móvil de Ataque a 150 elementos. Esta unidad policial especial que lidia con las pandillas y armas fue parte del “aumento” en 2008 que dejó 12 personas baleadas y 6 asesinadas por la policía en tres semanas. Esta es la fría y asesina realidad de lo que significa meter más policías en las escuelas y la comunidad.

La dura ironía es pedir un aumento de policías en las escuelas y barrios en el momento en que las autoridades están encubriendo el asesinato policial de Corey Harris, estrella de deportes de la secundaria Dyett. Corey Harris estaba desarmado cuando fue asesinado a sangre fría, baleado por la espalda por un policía de Chicago. Para colmo, un mes después, las autoridades no les han dado a los abogados de la familia de Corey el nombre del policía que lo baleó por la espalda. Y los medios han mantenido un silencio total sobre este hecho. (Vea “Ahora en Chicago: Una vez más, la policía mata a joven negro indefenso”, Revolución #178, 4 de octubre de 2009.)

Culpar al pueblo de los crímenes del sistema

En octubre Arne Duncan, el secretario de Educación de Obama, llegó a Chicago y habló del asunto de la violencia entre los jóvenes. Dijo: “De algún modo muchos de nuestros jóvenes han perdido la fe en el futuro. Se les ha negado amor, apoyo y orientación y han crecido creyendo que la vida no vale nada, y por lo tanto la vida de los demás tampoco vale nada”.

De nuevo, ¿qué hay detrás de las lágrimas de cocodrilo de preocupación fingida? Otro funcionario más nos dice que el pueblo mismo tiene la culpa de la terrible situación que el sistema nos impone. Nos dicen que el problema son los padres, los maestros, los jóvenes mismos. Pero al señor Arne Duncan y a cualquier otra persona con consejo parecido les decimos: ¿Quieren comentar por qué los jóvenes han perdido la fe en el futuro? Este sistema capitalista imperialista les niega a las masas de jóvenes todo futuro con sentido. Y ha generado las condiciones económicas y sociales que dan lugar a la violencia entre los jóvenes. Y la opresión del pueblo negro es un elemento integral de los cimientos y la naturaleza de este sistema. El mensaje del PCR, “La revolución que necesitamos… La dirección que tenemos”, describe esta realidad cruda:

“Para los millones de [jóvenes] en las zonas urbanas, si es que no son asesinados a temprana edad, es probable que tengan un futuro en la cárcel... Este sistema les ha arrebatado a tantos jóvenes la oportunidad de tener una vida digna y ha hecho que muchos de ellos, demasiados, vivan, se mueran y maten para nada —nada bueno— para nada salvo joder a otros y matarse entre sí en las calles de las ciudades de este país... o ingresar a las fuerzas armadas y recibir adiestramiento como asesinos en masa, masacrando a personas en países por todo el planeta. Un sistema que no ofrece a los millones y millones de jóvenes ningún propósito superior, ninguna mejor suerte, salvo el crimen y el castigo, o convertirse en ciegas máquinas asesinas para el sistema mismo — ¡eso en sí es suficiente causa para barrer este sistema de la faz de la tierra!” (Revolución #170, 19 de julio de 2009)

El señor Duncan agregó: “Debemos enseñarles que la violencia no resuelve nada y que respetar a otros es la base de una sociedad segura y sana”. De nuevo, señor Duncan, es SU SISTEMA VIOLENTO el que les ha enseñado a los jóvenes que la violencia es la solución. Es este sistema el que no respeta a los jóvenes y les niega su humanidad. A diario la policía ocupa sus comunidades y humilla, degrada y brutaliza a los jóvenes. Vaya a las ciudades y los pueblos en todo el país y pregúnteles a los jóvenes cómo la policía los trata. Una y otra vez oirá historias acerca de policías que paran injustamente, registran, golpean y matan. Los padres viven aterrorizados, preocupados sobre qué les pasará a sus hijos si la policía los paran por cotorrear, por caminar por la calle o simplemente por “ser negro con vida”.

¿Y qué de la violencia de este sistema que perpetra guerras contra poblaciones por todo el mundo? ¿Que trata a los jóvenes como carne de cañón que morirá para que Estados Unidos pueda dominar enormes zonas del mundo y sacarles ganancias? ¿Y qué de su sistema, señor Duncan, el cual pulveriza aldeas enteras con bombas desde el cielo, asalta los hogares de iraquíes y afganis y los aterroriza de forma parecida a la forma en que la policía derriba a patadas las puertas en los ghettos y barrios? ¿No es usted el mismo Arne Duncan el que fue el jefe de las Escuelas Públicas de Chicago hasta enero y que convirtió más secundarias públicas en institutos militares que ninguna otra ciudad? Sí, usted lo es. Así que no nos sermonee sobre la violencia.

Duncan sigue apuntándole el dedo acusador a la gente diciendo: “Es mucho más profundo que eso. Se trata de nuestros valores. Se trata de quiénes somos como sociedad”.

Sí, de hecho se trata de valores, Sr. Duncan, los valores de SU sistema: que los jóvenes no tienen ningún derecho al empleo ni a una educación decente ni siquiera a un hogar. Que policías armados pueden hostigar a los jóvenes, humillarlos y hasta balearlos por la espalda. Que las cortes y las demás instituciones gubernamentales deban desatar, respaldar y defender la brutalidad y los homicidios de la policía.

Y cuando los jóvenes se interiorizan todo esto y representan todo esto unos contra otros, usted usa eso para reprimirlos y criminalizarlos aún más.

Este sistema opone unos contra otros de tantas maneras. Pone a las personas en una situación en la cual se hacen cosas malísimas unas contra otras y a sí mismas a fin de sobrevivir. Y es el sistema el que refuerza y da lugar a la mentalidad fría de “comer o ser comido” y “cuidarse solamente del número uno y de sí mismo”. Píenselo: ¿no es eso la lógica y el punto de vista del sistema capitalista en el cual la supervivencia, las ganancias y el éxito vienen de explotar y oprimir a otros?

Claro, los jóvenes necesitan una moral nueva, pero no la moral capitalista y rapaz con un toque de gazmoñería. Necesitan una moral emancipadora, la moral de un sistema totalmente diferente en el cual no habrá ningún explotador gobernando y dominando a otros y donde la humanidad trabaja cooperativamente para el bien de todos y la moral que corresponde a eso llama a la gente a aspirar a servir los intereses más altos de la humanidad alrededor del mundo y no “a mí mismo, mi barrio o mi grupo”.

Claro, las personas tienen que cambiarse pero solo van a transformarse a sí mismas de una manera liberadora en el proceso de enfrentarse a la verdadera raíz del problema y de cambiar radicalmente sus condiciones. No necesitamos el “control del temperamento”. Tenemos que encauzar la ira, la enajenación y la rebeldía de los jóvenes hacia una lucha seria en contra del sistema y por la revolución.

Este sistema no les ofrece a los jóvenes ningún futuro, ninguna vida con sentido, nada para que vivir, pero la revolución sí.

¡Dejemos la locura de matarnos unos a otros y comencemos a luchar contra el poder!

Luchar contra el poder, y transformar al pueblo, para la revolución.

[Vea “Falsos caminos y callejones sin salida: Por qué no puede funcionar lo de ‘parar la violencia’”, p. 9, en “La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos”, Revolución #144, 5 de octubre de 2008 y “La plaga de la violencia en el seno del pueblo — y la verdadera solución”, Revolución #146, 26 de octubre de 2008 y en línea en revcom.us.]

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