Revolución #222, 16 de enero de 2011


Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte

Nota de la redacción: El siguiente texto es de una reciente charla de Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. A continuación presentamos el quinto pasaje de esa charla la cual está saliendo por partes en Revolución. La charla empezó a salir por partes en Revolución #218, 28 de noviembre de 2010. En preparación para su publicación, se ha revisado el texto y agregado las notas.

La teoría del “contrato social” y la falta del materialismo

Existen varios temas que ya he estado entretejiendo y seguiré entretejiendo y retomando repetidas veces porque son unos puntos extremadamente importantes, que tratan en particular de la importancia fundamental del materialismo, los cuales necesitamos esgrimir firmemente y sobre los cuales necesitamos llevar una lucha muy viva y animada mucho más ampliamente con otros. Por lo tanto, como parte del proceso de desmenuzar ciertas ideas y examinarlas a la luz del materialismo, quisiera examinar brevemente las nociones fundamentalmente equivocadas de la teoría política burguesa general acerca del “contrato social” así como la idea general de que “los gobiernos obtienen sus poderes justos del consentimiento de los gobernados” —lo que es, como es sabido, un importante tema y principio de la teoría democrático-burguesa y de hecho es una distorsión grande de la realidad y específicamente es una distorsión del desarrollo histórico de los seres humanos y de sus sociedades— en una palabra, es una noción idealista y no científica.

Se puede observar en los escritos del filósofo del siglo 18 Juan-Jacobo Rousseau (y otros del mismo período en general, incluyendo a Emmanuel Kant) esta noción general según la cual se formaron los gobiernos para lidiar con la situación en que “el hombre” había estado en un supuesto “estado de naturaleza”: un grupo de individuos que existió en un pasado lejano en el desarrollo de la especie humana en que aquellos individuos se encontraban en un conflicto antagónico de unos con otros (de seguro, aún no se había desarrollado el análisis científico de la evolución en la época de Rousseau o Kant). Y luego en algún punto, según esta concepción básica, los seres humanos se reunieron para formar una sociedad y gobierno para regular los conflictos entre sí a fin de vivir en una manera ordenada entre sí y para que se pudieran satisfacer sus intereses más grandes. Ahora, algunas variantes de esto insisten que no es necesario, y que no necesariamente están argumentando, que efectivamente existió tal “estado de naturaleza” —o más al grano, un “contrato” o “acuerdo” original entre los seres humanos que se salieron del “estado de naturaleza” y que se unieron en una sociedad—, pero que la sociedad tiene que funcionar como si los seres humanos se hubieran reunido para avanzar desde un “estado de naturaleza” hasta la condición de una sociedad civilizada.

Con Rousseau en particular, las cosas son un poco más complicadas, especialmente con respecto al concepto del “estado de naturaleza”. Rousseau había concebido en su estado original al hombre (y en sus teorías, Rousseau, cuyos puntos de vista eran marcadamente patriarcales, sí tenía en mente, ante todo, al hombre) como esencialmente “inocente”; y le atribuyó las cualidades más “salvajes” en el hombre, que dijo que era necesario restringir, al desarrollo de las relaciones sociales humanas y en particular la adquisición de propiedad privada y la desigualdad relacionada (efectivamente Rousseau se refirió a este estado como “salvajismo”). Pero, mientras tenía ideas distintas de otros con respecto a esto —y más notablemente del filósofo inglés Tomás Hobbes y su punto de vista de que la naturaleza humana inherente conduce a una guerra de cada uno contra todos en “un estado de naturaleza”—, no obstante Rousseau empleó el concepto de “un estado de naturaleza” en el sentido de una existencia (por lo menos teórica) de seres humanos sin un contrato social para vincularlos en la sociedad. Y los defectos generales en el concepto del “contrato social” se aplican tanto a las teorías de Rousseau como a aquellas de otros.

De todos modos, esta idea de cómo se desarrollaron los seres humanos y su sociedad está en conflicto con el desarrollo histórico concreto y con la evolución biológica de los seres humanos, con el surgimiento de seres humanos como una especie — y específicamente la manera en que los primeros seres humanos vivían en grupos pequeños y luego en sociedades pequeñas con relaciones esencialmente comunales, y la base sobre la cual, de todo eso, surgieron las divisiones y conflictos entre clases y otras relaciones y antagonismos opresivos y luego surgieron no sólo los gobiernos sino el estado como organismo de supresión de clase. Engels sintetizó este análisis científico en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado; y aunque algo de lo que usó Engels no era totalmente correcto y se ha aprendido mucho desde entonces, en términos básicos, “El origen” representó un adelanto científico crucial muy importante en el análisis de la aparición de las relaciones opresivas y explotadoras entre los seres humanos — un análisis científico que contrastaba agudamente con los conceptos idealistas de Rousseau y otros teóricos burgueses. Engels tomó en un grado importante no sólo de Lewis Henry Morgan, un antropólogo quien estudió a varios grupos de los pueblos indígenas en América del Norte sino también, como es sabido, de los adelantos que había hecho Darwin al desarrollar y sistematizar la teoría científica de la evolución. Marx y Engels dieron mucho énfasis e importancia a los adelantos de Darwin.

El concepto del “contrato social” expresado por los teóricos políticos burgueses no sólo va contra la realidad —de la manera en que han evolucionado los seres humanos como una especie y además las sociedades humanas, y la manera en que pasaron por distintas transformaciones cualitativas y la manera en que surgieron no sólo los gobiernos sino el estado—, pero al mismo tiempo y por las mismas razones fundamentales, va contra las posibilidades que existen para futuras transformaciones de las relaciones sociales humanas. Una de las cosas que hizo Emmanuel Kant, por ejemplo, en un ensayo sobre la paz perpetua1, fue extender las ideas de Rousseau en particular a las relaciones entre naciones o países distintos, a fin de desarrollar principios para tener relaciones pacíficas entre estas naciones y estados — no mediante la superación y abolición de esas distintas naciones y estados sino a través de acuerdos entre ellos que serían una extensión de lo que Rousseau desarrolló en su teoría del contrato social. En esto la teoría y los argumentos de Kant padecían los mismos defectos fundamentales como la teoría del “contrato social” en general.

Ahora, no tengo tiempo para tratar todo esto en detalle ni en profundidad, pero es importante señalar el entendimiento históricamente limitado y fundamentalmente erróneo que se refleja en estas nociones, a pesar de lo perspicaces que fueron en algunos sentidos importantes y al grado que representaron una ruptura y adelanto más allá de las justificaciones de una sociedad feudal en contra de las cuales en algunos sentidos importantes se oponían directamente y en contra de las cuales hasta polemizaban directamente. Pero, cuando contrastamos eso con un análisis científico, dialéctico materialista de la dinámica concreta del desarrollo de los seres humanos y las sociedades humanas y la base y papel de los gobiernos —y más que eso y de una manera concentrada— el surgimiento y el papel del estado, podemos ver lo limitadas históricamente que eran esas nociones de personas como Rousseau y Kant y que sus ideas de hecho eran en algunos sentidos un reflejo muy directo de la dinámica y relaciones subyacentes, y las relaciones de propiedad y producción en particular, de la sociedad de la cual eran portavoces ideales — a saber, el capitalismo. (En esta conexión, además de lo que trata esta charla, remitiría al lector a Democracy: Can’t We Do Better Than That?, especialmente la sección sobre “Los ‘derechos del hombre’” en el capítulo 2, “Las raíces y el ascenso de la democracia moderna”.)2

El punto de vista y los intereses de la pequeña burguesía no pueden conducir a una transformación emancipadora, radical y real

Así que, una vez más, volvemos al análisis básico de que para superar todas esas relaciones de explotación y opresión y las restricciones las cuales hoy presentan —las relaciones sociales concretas que en la historia evolucionaron entre los seres humanos, y no dios ni, como en estos días dice a veces la gente con una manera de pensar metafísica, “el universo”—, no es posible avanzar más allá de todo eso, obviamente, de una manera que corresponda al punto de vista y los intereses de la burguesía gobernante pero, de mucha importancia, tampoco es posible hacerlo de una manera que corresponda a la posición, los intereses y el punto de vista de la pequeña burguesía: la posición material y los intereses de esta clase (o de estas capas) no lo permiten.

Nosotros vivimos en un mundo de fuerzas productivas altamente desarrolladas y más que eso, altamente socializadas. Y eso es cierto en particular tratándose de las relaciones entre las personas en el proceso productivo; el rol de las personas como una fuerza productiva dinámica en el proceso general de producción es altamente socializado. Los propietarios y dueños en pequeña escala, y los dueños de capital en pequeño en general, no son capaces de desencadenar y utilizar estas fuerzas de producción altamente desarrolladas y socializadas de un modo que pueda conducir a una alternativa al actual sistema. O harían un enredo de las cosas —tratando de llevar a cabo la producción en la pequeña escala a la cual corresponde su propiedad de capital, cuando en su gran mayoría solamente es posible usar las fuerzas de producción que se han desarrollado en formas altamente socializadas, en gran escala— o, si logran alcanzar sus sueños más ambiciosos, ellos mismos se convertirían en la gran burguesía y utilizarían estas fuerzas de producción altamente desarrolladas y socializadas de una manera parecida a lo que hace la gran burguesía. Al mismo tiempo y como un reflejo de eso, el punto de vista que corresponde a la posición material de la pequeña burguesía no puede llevar a superar y avanzar más allá de todo eso (de todas las relaciones explotadoras de producción y las otras relaciones opresivas en que los seres humanos, y las fuerzas de producción en general, están confinados y restringidos): ni tiene esa aspiración ni su punto de vista hace posible que dirija a la gente a romper con todo eso y avanzar más allá de todo eso.

1. Ver Sobre la paz perpetua, un ensayo de Kant de 1795, editado por Tecnos, 1998, sexta edición. [regresa]

2. Bob Avakian, Democracy: Can’t We Do Better Than That? [Democracia: ¿es lo mejor que podemos lograr?] (Banner Press, 1986). [regresa]

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