Revolución #240, 24 de julio de 2011


Los pájaros no pueden dar a luz cocodrilos, pero la humanidad puede volar más allá del horizonte

Segunda parte:
CONSTRUYENDO EL MOVIMIENTO PARA LA REVOLUCIÓN

Nota de la redacción: La siguiente es la novena entrega de la segunda parte de un reciente discurso de Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. Para la publicación de este discurso, éste ha sido revisado, y se le ha agregado anotaciones. La primera parte del discurso titulada “Revolución y el estado” se puede conseguir en línea en revcom.us.

Acelerar mientras se aguarda una situación revolucionaria

Habiendo hecho hincapié en el punto de que el desarrollo del Frente Unido bajo la Dirección del Proletariado será un proceso complejo y dinámico de influencias mutuas y sinergia positiva —siendo decisivo en general y en última instancia dentro de ese proceso complejo el papel de las masas básicas como cimiento y el papel del partido como dirección—, se plantea la pregunta fundamental: ¿adónde nos lleva? No estamos simplemente construyendo un “movimiento”. Estamos construyendo un movimiento para algo muy específico — la revolución. De hecho, no hemos formulado la cosa como “construyendo un movimiento revolucionario” sino “construyendo un movimiento para la revolución”. Tal vez la diferencia puede ser algo sutil —tratándose de un matiz— pero es importante. La primera formulación (“construyendo un movimiento revolucionario”) se presta más fácilmente a convertirse en otra cosa —en su opuesto— en una situación en que el movimiento se convierte en todo, y el objetivo final en nada. El movimiento es muy importante, pero sólo en el grado en que contribuya a llegar al objetivo fundamental — la revolución, y en última instancia un mundo comunista. Si no fuera así, ¿para qué serviría, cómo sería distinto a mil otros arroyuelos que de momento brotan y luego se apagan, o que se encaminan por varios caminos utópicos y, en última instancia, reformistas?

Todo lo que estamos haciendo se encamina a estar en una posición para hacer la revolución cuando surjan las condiciones apropiadas: acelerar mientras se aguarda el desarrollo de una situación revolucionaria y el surgimiento de un pueblo revolucionario — sobre la base de la “mezcla” de factores y acontecimientos internacionales con factores y acontecimientos dentro de un país particular, juntándose en cierto momento para desembocarse, quizás en maneras imprevistas apenas un tiempecito antes, en una crisis revolucionaria, en una crisis profunda en la sociedad en conjunto. Podemos estudiar la situación actual, con sus “crisis múltiples” —si bien todavía no es la “Crisis” (con C en mayúscula) que se necesita para una revolución, sí son crisis múltiples, muy concretas e interrelacionadas, que causan dificultades muy reales y muy severas para la clase dominante imperialista. Hay una larga lista que va de la economía hasta la situación con estas guerras que están librando — por lo general pretenden borrar Irak de la mente de todo el mundo en Estados Unidos fingiendo que todo marche bien ahí, lo que dista mucho de la verdad, y mientras tanto tienen muchos problemas en la situación en Afganistán.

Lo que pasó con el despido de los comandantes y los cambios en el mando para Afganistán no se trata solamente de insubordinación, aunque tomó esa forma inmediata y era real. Se trata de problemas más profundos y estratégicos que tienen — e incluso reconocen que se trata de eso. Piénsenlo: ¿realmente tienen la opción, en estas situaciones como Afganistán, de darles la espalda y abandonarlas, o conformarse con algún tipo de solución que no les soluciona nada? Los más previsores e incondicionales de sus teóricos y estrategas están reconociendo que no pueden hacer eso — y eso les es una contradicción muy aguda. No debemos exagerarlo o pensar que la situación se haya desenvuelto más allá de lo que se ha desenvuelto, pero tampoco debemos subestimar su significado y el potencial de todo eso de desembocarse en una crisis mucho más profunda y aún más aguda, en combinación con otros factores internacionales, según se desenvuelvan.

Eso se relaciona con la cuestión de una crisis de “legitimidad” y su relación, a su vez, con una crisis revolucionaria. Acelerar mientras se aguarda significa precisamente eso. No significa que nos quedemos con los brazos cruzados hasta que amanezca un bonito día —de alguna manera, automáticamente o por arte de magia, sin nuestra participación activa— en que se ponga en tela de juicio la legitimidad de todo el sistema y la clase dominante de manera aguda para millones y millones de personas y que surjan de la noche a la mañana los otros elementos de una situación revolucionaria. Con ese tipo de orientación pasiva, no habrá revolución jamás y probablemente no surgirá ni siquiera una situación revolucionaria objetiva. No se puede divorciar de esa manera el factor objetivo, del trabajo del factor subjetivo, de las fuerzas revolucionarias conscientes. Las cosas que posiblemente se hubieran desembocado en una situación revolucionaria no lo harán a falta del trabajo constante de las fuerzas revolucionarias conscientes para influir en el desenvolvimiento de las cosas hacia una situación revolucionaria.

Regresemos a la formulación que heredamos de Lenin: “nadie puede decir de antemano” (Lenin estaba hablando de la cuestión de cuál parte tomarían los sectores más privilegiados y aburguesados de la clase obrera en caso de una crisis y lucha revolucionarias y recalcó que nadie puede predecirlo con precisión); hemos aplicado esa formulación al desarrollo de una situación revolucionaria: “nadie puede decir de antemano” exactamente cuál “mezcla” de factores se cuajarían para desembocarse en el estallido de una crisis revolucionaria. Pero lo que sí sabemos es que incluso las cosas que, al parecer, no vayan a desembocarse en tal crisis —o que en sí y por sí solas posiblemente no vaya a desembocarse en ella— podrían contribuir a la “mezcla” que lleva al estallido de una crisis revolucionaria, en conjunto e interacción con otras cosas (algunas de las cuales podrían ser imprevistas en gran parte o totalmente inesperadas antes de que ocurran). Si no estamos acelerando mientras se aguarda ese desenvolvimiento, es casi imposible —hay muy poca probabilidad— de que ocurra. Ciertamente habría muy pocas perspectivas incluso de reconocer dicho potencial revolucionario, cuando surgiera, mucho menos aprovecharlo. Así que, por un lado, “nadie puede decir de antemano” exactamente cuál “mezcla” se cuajaría para constituir una crisis revolucionaria o haría que ésta estallara — pero, por otro lado de la contradicción, es importante estar constantemente “tensos” ante la posibilidad de cambios profundos y cualitativos en la situación objetiva y avances y saltos cualitativos en la construcción del movimiento para la revolución.

“Tensión revolucionaria”

Se plantea la cuestión de qué constituiría la “silueta que se perfila” de una situación revolucionaria y cómo estar a la par con eso y “tensos” para reconocer dicha “silueta que se perfila” en cuanto aparezca en el horizonte. O en otras palabras:

Se trata de “aguardar con tensión revolucionaria”, mientras se acelera al máximo grado posible en todo momento —investigar constantemente en la esfera de análisis y teoría para descubrir lo que podría estar debajo de la superficie que podría contribuir a la “mezcla” del desenvolvimiento de una situación revolucionaria y al mismo tiempo trabajar conscientemente con la tensión revolucionaria necesaria para acelerar las cosas hacia ese fin— influir en el terreno político, hacer lo que sea posible en un momento dado para moldear ese terreno y remoldearlo, en vez de aguardar pasivamente el desarrollo de acontecimientos objetivos y reaccionar ante ellos.

Continuará

 

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